Ya casi nadie frecuentaba el templo de Afrodita (Venus), para rendir culto a su divina belleza. Y mientras su templo se convertía en ruinas, de todas partes llegaban a la ciudad peregrinos para admirar la hermosura de una simple mortal: la princesa Psique.
Menospreciada, la Diosa pide a su hijo Cupido (Eros), el Dios del amor, que use sus encantadas saetas y haga que Psique se enamore del ser más despreciable del mundo. Eros parte a cumplir la misión, pero al verla, el Dios queda deslumbrado por la belleza de la mortal y como si hubiera sido traspasado por una de sus propias flechas, cae enamorado de la joven.
Enamorado, oculta a su madre la verdad y la convence de haber cumplido su trabajo y al mismo tiempo hace que la mortal sea inalcanzable a los amores terrenos. Contemplada por miles, pero inalcanzable, los peregrinos eligen a las hermanas de Psique que logran casarse con reyes. Ella entre tanto permanece sola. Los padres de la joven, preocupados, acuden al oráculo de Apolo que, complotado con Eros, ordenó a los padres que la llevaran a lo alto de determinada colina, vestida de ropas nupciales y allí una serpiente alada, más poderosa que los propios dioses, iría a convertirla en su mujer. Los padres horrorizados, no podían sino cumplir con el oráculo y siguen sus pasos. Aterrada, la joven espera su terrible destino y llegada la noche, protegido por la oscuridad, Eros se aproxima a ella, quien no puede ver su rostro. Sin embargo ya no la aflige temor alguno, alejado por las palabras apasionadas y las ardientes caricias que el Dios le dedica.
Durante largo tiempo la joven Psique se entregó al amante velado que la amaba todas las noches y era feliz. Eros una noche le advirtió que se precaviese contra la desgracia que sus hermanas le podrían acarrear, revelándole que ellas permanecían junto a la colina donde había sido dejada y la lloraban. Pero Psique no debía dejarse conmover por sus lágrimas y permanecer oculta de ellas y por otro lado jamás intentar ver el rostro de su marido. Sin embargo, al saber del sufrimiento de sus hermanas convenció a su marido que las dejase ver. Este, advirtiéndole que Psique estaba reanudando lazos terrenales y labrando su propio sufrimiento, consintió al pedido, pidiendo que cumpla con su promesa de no ver su rostro.
Ante el feliz reencuentro y las preguntas de las hermanas sobre su marido, Psique respondía tan solo que el dueño de ese encantador castillo era joven y bello. Pronto el sentimiento de las hermanas fue cambiando y de la felicidad del reencuentro se encontraron con la envidia de la felicidad de su hermana, y la envidia, se sabe, no es buena consejera. Astutamente hicieron que la duda se adueñara del corazón de Psique : "Como puedes estar segura de que no se trata del monstruo del oráculo de Apolo y que realmente pretende asesinarte?"
Esa noche, luego de entregarse nuevamente a su pasional marido, espera que este se duerma y con una lámpara ilumina el rostro de aquel. Sin embargo queda deslumbrada: su esposo no es el terrible monstruo del Oráculo, por el contrario es el ser mas maravilloso que ha podido existir jamás¡¡¡ Emocionada y arrepentida cae de rodillas derramando por accidente una gota del aceite caliente de la lámpara que despierta al marido. Este se da cuenta de lo sucedido y con profunda tristeza, y sin decir palabra alguna, se retira. Psique intenta alcanzarlo durante toda la noche. Pero es inútil. Solo oye una voz a lo lejos que le reprocha tristemente: "el Amor no puede vivir sin confianza"
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